Un hijo de daneses fue el primer ídolo del automovilismo neuquino

Mostró su destreza y coraje por los caminos de la región, el país y el exterior. Fue campeón Argentino. Se recuerda el tramo que hizo corriendo marcha atrás por una rotura en la caja de cambios. En Buenos Aires creían que en esta zona sólo había originarios, por eso le pusieron “El Indio Rubio” de Zapala. Tuvo una trágica muerte, junto a su esposa, en el centro de su ciudad.

Arturo Kruuse es uno de los primeros ídolos del automovilismo que tiene Neuquén. Una extensa trayectoria por los caminos de la región, el país y el mundo fue seguida de cerca, apasionadamente, por la afición deportiva neuquina. El “Indio rubio” de Zapala (como lo bautizaran periodísticamente) fue recordado en una charla en el espacio de “Historias a fondo”, por su nieta: Noly Dagmar Kruuse, desde su residencia en Las Lajas.

Llovieron rosas en Zapala

La misma cabina de la cupé Plymouth 1034 que lo vio vencedor en la carrera Argentina-Chile para ser Campeón Argentino de TC, lo abrazó para siempre junto a su esposa Juana Arze. Cuando los hierros retorcidos terminaron con la vida del matrimonio, un ramo inmenso de rosas rojas tomó vuelo propio y sus pétalos suspendieron un color inmortal en el cielo zapalino. Esa mañana Arturo Kruuse llegaba por última vez a la bandera a cuadros de los 79 años de edad.

Ese 11 de octubre, la “catanga” azul con el número 39 en la puerta llevaba a la pareja hacia la iglesia, pero el encontronazo con un camión los hizo recuerdo para siempre. Su nieta, María Noly Dagmar Kruuse, relata cada minuto de la vida de su abuelo como si los estuviera viviendo. En su voz cruza también el rugido de los antiguos motores de los autos que hicieron historia en el automovilismo argentino. Pero se oye entremezclado con los recuerdos familiares, con la fiesta que le hicieron en el pueblo, donde le entregaron a Kruuse ese ramo de 32 rosas rojas. También que sus abuelos –entre risas por una anécdota de un vecino que murió el día de su cumpleaños- dijeron: nosotros no hemos sido malas personas y nunca le hemos pedido nada a Dios, pero si algo le queremos pedir es que nos lleve juntos. Eso fue media hora antes del accidente.

Arturo y Juana vivían a tres cuadras de la Iglesia y apuraron la salida porque ya se había escuchado la primera campanada, convocando a la misa. Ya subidos en el auto, Juana pidió que le alcanzaran el ramo de rosas y partieron por la avenida San Martín. La imagen que cuenta María dura sólo un par de trágicos instantes: una hermosa sonrisa de la pareja / el sol de frente / la catanga altiva con toda la historia sobre el color azul / el camión que los embiste / el impacto sordo que apaga los motores / los cuerpos volando por el aire zapalino / la nube de pétalos rojos acolchando la leyenda.

“Ese día llovieron rosas rojas en Zapala”, dice María. “Y te aseguro que hasta los animales lloraron esas muertes”.

Algunos apuntes

Arturo Kruuse nació en Viedma y llegó a Zapala con 11 años, se casó con su cuñada (viuda de su hermano) y abrazó la pasión de las carreras de autos, convocando y enfervorizando a todo un pueblo y buena parte del país. Un relator porteño unió el cabello típico danés de Arturo con la visión de un Neuquén poblado de aborígenes, para apodarlo “El indio rubio”. Ese apodo no hizo más que confirmar el gran impacto que causó en el país que este hombre de los confines del sur ganara la carrera que unió Argentina y Chile en 1935, para alzarse con el campeonato nacional de ese año.

Uno de los primeros deportistas que llevó el nombre de Neuquén a la pasión y los medios de comunicación de todo el país, protagonizó el comienzo de la historia del automovilismo deportivo, en épocas donde una carrera cruzaba por 12 provincias y cubría unos siete mil kilómetros. Gran parte de esos caminos era sólo huellas polvorientas y atestiguaban el arreglo artesanal de los fierros y los motores, el reabastecimiento de combustible, la ayuda entre los pilotos para seguir en carrera.

Épocas en que la pasión era más veloz que los fierros y conmovían a ciudades enteras. Años en que –por ejemplo- se corrió una competencia internacional (la “Buenos Aires-Caracas”) que pisó caminos de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Chile y Venezuela, con casi 10 mil kilómetros de recorrido. Esa fue la última de Kruuse, con 51 años dejó de pisar el acelerador en esas rutas para tomar otros desafíos. Entre ellos, ser Comisionado o Intendente de Zapala durante dos años.

El Gran Premio de Turismo de Carretera de 1935 pasó por Zapala...y ahí había un buen mecánico y gran piloto hijo de daneses llamado Arturo Krusse que no tenia auto para correr. Entre los vecinos juntaron dinero y compraron la coupé Plymouth que bautizaron «La Catanga» o «La Petisa”.

En 1936 Luis Elías Sojit lo bautizó como “El indio rubio” de Zapala, ya que la ciudad no era muy conocida y se pensaba que solo habían aborígenes en el lejano Neuquén

Practicaba en la zona de El Manzano en una trepada que tiene la ruta, con un coche Whipet que solo tenía 1ra y marcha atrás.

En la Bs As – Caracas año 1948, en la zona de Trujillo cayeron abajo de un puente porque se quedaron dormidos con su acompañante.

En otra carrera tuvo que abandonar cerca de Santa Rosa, La Pampa. En una Escuela del lugar un niño lloraba desconsolado porque había abandonado su Ídolo. Enterado de esto Don Arturo Krusse fue hasta el Colegio a saludar al pequeño.


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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