Tren a Zapala (a horario, con la frente alta)

Hace 31 años llegaba el hasta ahora último tren a Zapala. El autor de esta nota, Rafael Urretabizkaya,  lo es también de “Chamamecero Serial”, novela que relata la llegada a Zapala de Benito Mario Serial, viajero correntino que arriba justamente 16 de mayo del 92 y de la que intercala algunos fragmentos.

Un pasaje por cuando fueron ingleses, cuando fueron nuestros, la privatización, el cierre, la esperanza de que vuelva.

… “nuestros los trenes, las estaciones, los talleres, los vagones, las ilusiones, las despedidas, las emociones, los besos que se sueltan desde un vagón que se aleja del andén, la yema de los dedos después de soltar el abrazo entre una familia y su hijo colimba, la esperanza de vender en otra región algo hecho por aquí, nuestros los sueños que criamos donde no había ni chance, también ya son nuestros alrededor de 26000 propiedades distribuidas al costado de las vías y todo esto que ahora es nuestro, lo pagamos con trigo”.

“Al momento de la nacionalización, hasta un tornillo venía de afuera y todo pasó a fabricarse aquí. Se aprendían los oficios en las escuelas industriales que completaban su formación en los talleres. Aquí, en nuestros talleres, se fabricaron locomotoras, vagones, absolutamente todo con esfuerzo e ingenio, creatividad argentina. Llegamos a tener 3000 locomotoras, 44000 kilómetros de vías, 150 kilómetros de vagones dando vida al país, a tantos pueblos y ciudades; incluso a Ramón Castro llevando el agua potable, incluso a la cordillera llevando la lana al puerto, incluso a los espectadores del Cine Municipal de Zapala Amado Sapag (primero o uno de los primeros y más grandes de la Patagonia) trayendo las películas”.

El 16 de mayo de 1992 saliendo 9.31 de Neuquén y arribando 13.40 a Zapala, llegó el hasta ahora último tren.

Dice el diario Río Negro del día siguiente que tengo aquí a mi lado, que “el titular de tráfico Aurelio Aníbal Chavari confirmó la clausura”, aunque unas versiones sindicales hablan de que “podría circular durante 45 o 60 días más”.

“Hace tiempo estamos con deficiencias”, dice Chavari, “pero confirmo que el proceso de privatización está realizado en un 80 %, faltando solo detalles”. Sigue el diario con que “Amalia Lacroze de Fortabat, reina del cemento, ya dueña del transporte de cargas,  anticipó que hará el trasandino con el concurso de amigos brasileños”.

La novela de Rafael Urretabizkaya publicada por Brumana Editora.

Cuando el Chamamecero Serial tocó tierra patagónica, lo primero que hizo fue llevar sus manos al polvo tres veces seco de la estación de tren. Las levantó perdiendo parte en la luz y el sol del otoño cristalino, y murmuró algo inasible para la vendedora de empanadas. Es verdad que la doña no alcanzó a escuchar qué cosa dijo, pero también es verdad que estaba aburrida. El viajero correntino que descendía del zapalero en la ciudad punta de riel captó su atención. Y en honor al prístino momento se le ocurrió comentar al encargado del baño, al boletero y a un taxista, que ese hombre misterioso al levantar el polvo entre sus manos, habría pronunciado: “tierra fértil”.[1]

El intendente Edgardo Sapag, consultado sobre si iría a algún acto ante este arribo respondió, “No participaré de ningún entierro del ferrocarril. Esto es un cachetazo para todos los zapalinos”[2].

Por otro lado, el periodista Marcelo Castro al costado de página, se toma el tiempo para detenerse en detalles que advierten la tragedia. Pesca en el hueco de silencio que deja el tren al alejarse, el drama social que supone su ausencia irreparable y escribe: “Lleva un guardia improvisado,  los nombres de una pareja grabados en un sillón… atraviesa localidades que no muestran dolor ni querella de verlo pasar por última vez. Se va el tren con la frente alta, a horario, sin ninguna despedida adicional. Tampoco en Zapala se organizan actos de protesta- tal vez por el fuerte viento- ante una medida que afecta también las localidades intermedias, Ramón Castro por ejemplo donde el ferrocarril llegó durante años con el agua potable”.

Las notas que publicó el diario Río Negro, con la crónica del ultimo tren a Zapala.
Las notas que publicó el diario Río Negro, con la crónica del ultimo tren a Zapala.

El diario dice que este tren que trajo a Serial ayer sábado 16 de mayo de 1992 es el último. Dice que capaz suspendan el servicio y después vuelva. Dice que es un “servicio” y que lo mismo lo suspenden. Dice que es un servicio que da pérdida. No dice nada de que al costado de la vía y desde allá hasta aquí parando en todas y pasando por todas, los corazones vibran cuando cruza. Que la estepa y la pampa y el aire lo admiran. Que se lo precisa igual que se precisa todo aquello que da ganas de algo. Algunos dicen que tal vez no pase nunca más.

Todos quienes hoy están en la pensión La Mascaviento llegaron en este tren que anda hace casi 80 años. Porque a Zapala, punta de riel, se viene a menudo para seguir viaje hacia alguna otra parte. Pero así y todo de vez en cuando se viene hasta aquí. Aquí, las cosas son demasiado seguidas, como dice Leticia, “de paso y de la vida”. Se viene como Leticia, como Serial, como los tres colimbas. Se viene a saltar y hacer cuerpo a tierra y a comer Criollitas e incluso se viene a todo lo que el que viene quiera.

“A todo lo que queramos, corazón”, no le dice Leticia a Serial pero le saca con su boca el palito de la suya tomándolo del otro extremo. Y se ríe divertida los segundos que los dos a medias lo sostienen. Y se lo queda y le pone en su boca con la mano el suyo. Serial y Leticia están a un palito de besarse y hacen algo inquietante que levanta vapor de los árboles: no se besan. El palito deseante queda temblando en el suelo, reponiéndose, y ellos quedan en cada uno como soles, como percas, como trenes. Soleando, percantes, trenando.

A Zapala y a todos lados se viene también a amar,  a admirar la desmesura que entra en los ojos de quien anda con boleto a la sorpresa.

Por lo pronto, la vendedora de empanadas que escuchó el “tierra fértil” en las manos al cielo de Serial, hoy no volvió. En la estación quedan los perros, alguno de limpieza, algún varado, la campana, la locomotora que de a poco empieza a enfriarse.

El diario Río Negro dice que el tren de ayer es el último. Que 188 kilómetros de vías no sería tanto mantenerlas, que la soberanía, que los ferroviarios, los blablases políticos, las privatizaciones, que las amalitas y las fortabases.

No dice nada de Serial pero debiera, tampoco dice nada de la vendedora de empanadas que no sabe dónde meterse, justo hoy que cambió la grasa de la ollita de fierro.

A todos lados se llega para todo. Cualquier lugar puede ser lugar de paso. Incluso un lugar por el que andamos poco, puede ser el sitio en el que nos quedemos para siempre. [3]

El 2 de enero de 1914 llegó por Zapala el primer tren. Parte estratégica de una Argentina apuntando con sus vías al puerto desde donde partían crudos nuestros frutos a Europa.

¿Te suena? Frutos crudos de nuestra tierra y del sudor de nuestra gente.

En el 47, el 13 de febrero durante el gobierno de Perón, se firma el boleto de la compra del ferrocarril por parte del estado Argentino a los ingleses. Desde la prensa antipatria que siempre existió se ataca la compra diciendo que se trata de “hierro viejo”, mientas el estado sostiene estar comprando “soberanía”.

El 1 de marzo del 48 se concreta la compra, “ya son nuestros”, “los rieles son nuestros”, la fiesta del pueblo trabajador es inmensa.

Son nuestros los trenes, las estaciones, los talleres, los vagones, las ilusiones, las despedidas, las emociones, los besos que se sueltan desde un vagón que se aleja del andén, la yema de los dedos después de soltar el abrazo entre una familia y su hijo colimba, la esperanza de vender en otra región algo hecho por aquí, ya son nuestros los sueños que criamos donde no había ni chance, también ya son nuestros alrededor de 26000 propiedades distribuidas al costado de las vías y todo esto que ahora es nuestro, lo pagamos con trigo.

Hasta ese momento estaciones enteras, trenes, maquinarias, todo era traído de Inglaterra y en menor medida de Francia, como un mecano. La estación de la Plata por ejemplo, así como está hoy, estuvo destinada a la India (otra colonia inglesa) pero terminó ahí donde la vemos.

Al momento de la nacionalización, hasta un tornillo venía de afuera y todo pasó a fabricarse aquí. Se aprendían los oficios en las escuelas industriales que completaban su formación en los talleres. Aquí, en nuestros talleres, se fabricaron locomotoras, vagones, absolutamente todo con esfuerzo e ingenio, creatividad argentina. Llegamos a tener 3000 locomotoras, 44000 kilómetros de vías, 150 kilómetros de vagones dando vida al país, a tantos pueblos y ciudades; incluso a Ramón Castro llevando el agua potable, incluso a la cordillera llevando la lana al puerto, incluso a los espectadores del Cine Municipal de Zapala Amado Sapag (primero o uno de los primeros y más grandes de la Patagonia) trayendo las películas.

Se llevaron adelante desarrollos extraordinarios como el liderado por el ingeniero Livio Porta. Hablo de una locomotora que corría a 150 kilómetros por hora en trocha angosta y que al producirse el golpe militar que derrocó a Perón (la autodenominada revolución libertadora del 55) la cortaron. No solo el proceso, no el proyecto o el desarrollo; los salvajes la cortaron, la cortaron en dos.

Y aquí cerca en el tiempo lo que decíamos al principio sobre el 16 de mayo de 1992, el menemismo. “Ramal que para, ramal que cierra”. Se había instalado descaradamente que el estado no podía mantener los trenes, del mismo modo que antes se dijo que se compraba “hierro viejo”. Se insitía neustadmente, cínicamanente, sin vergüenza, con que en manos privadas todo sería mejor. Como si la ecuación para hacer vivible un país tan vasto como Argentina fuera la rentabilidad de un tramo de vías.

Lo que vino fue un ferrocidio arrasador. Un crimen de lesa patria. Una patada a reventar en los tobillos.

Sin tren la tierra no anda igual. Sin tren las vacas se aburren. Sin tren los pájaros olvidan la hora justa de correr hasta los árboles. Sin tren la pampa no respira. Sin tren las estaciones no tienen circunstancia que justifique su nombre. Sin tren hay millones de cosas que no serán miradas por la ventana. Sin tren hay miles de personas que no serán pensadas. Sin tren no funciona la palabra “espera”. Sin tren la vendedora de empanadas olvida el repulgue entre el canasto de las verduras y la ollita de fierro. Sin tren no llegan aquellos que ven la “tierra fértil” en el medio del polvo y las piedritas. Sin tren no funciona la ilusión de cardos y neneos.

Así y todo. No hay tren desde el 16 de mayo y Serial cruza la primavera hacia Corrientes en un colectivo y después otro, que nada saben del traca tac, traca tac, que alimenta la tierra.[4]

Así por toda la Argentina. Pensemos en el Ferrocarril Belgrano, antes Ferrocarril Central Norte. Un tren de fomento llevando agua, ligando pequeños pueblos y a todos con nuestros países limítrofes a través de 10000 kilómetros de vías. Una noticia  concreta de presencia y de hermandad. Una manera clara del estado de decir a su pueblo “pensé en vos”.

Eso quiero decir, que el tren más que ningún negocio es el modo que tiene un país desmesurado como el nuestro de pensar en su gente, de decirle que nada es igual si alguien no está, de decirle que hace falta, que lo amamos y nos interesa lo que siente, piensa, produce, llora, sueña en su región. Y que la Argentina es un país grande donde según comentan se producen alimentos y bienes que alcanzan para todos. Como hicieron los chicos de las inferiores del Frontera para tener su viaje al mar conseguido entre todos los vecinos de Zapala, en ese bingo glorioso en la escuela 257. Que por eso en el colectivo que los llevó a El Cóndor colgaron las pancartas, para agradecer. Porque agradecer es también un modo de salir campeón.

El colectivo tiene una bandera de cada lado que va desde la primera ventana y llega hasta la última. Una dice “Zapala tiene salida al mar”. La otra “Gracias Sofía y gracias Chamamecero Serial”. Las hicieron las familias. Las hicieron porque sí. Porque está bien saber de dónde viene la suerte que no es del puro entusiasmo que a una cosa le mete el viento. Viene de la gente que en el viento se pone a discutir promesas con la incertidumbre,  le levanta la voz al destino, no le grita pero sí le anuncia que las cosas tienen que ser parejas o incluso desmesuradas para el lado del pique y de los besos, para el lado de la lluvia y las cosechas, para el lado de la música y las ganas de bailar, para el lado de las golondrinas, para el lado de los que andan hace rato tristes. Y que a ese lado hay que salir a preguntarle el nombre propio entre la gente despreguntada, cosa que quede claro, así el abombao apechuga y se vuelve creyente como la puntería del Checonato, las glosas de Estigarribia, la deriva de la acordiona Aquila tocando cerca de la madre de Serial, cerca del río, la música que da de saltar a los peces.[5]


[1] Chamamecero Serial, cap. 1 “Tierra fértil”

[2] Diario Río Negro 17 de mayo de 1992

[3] Chamamecero Serial, fragmento capítulo 6 “Se dice y no se dice”

[4] Chamamecero Serial, capítulo 19 “Viaje sin tren”

[5] Chamamecero Serial, capítu lo 18 “En el mar”


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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