Murió la jubilada que se transformó en millonaria por un ADN

Una historia macabra con cambio de cadáveres en el cementerio y un peregrinaje de 13 años por la justicia tuvo que vivir la mujer, que finalmente confirmó su identidad biológica.

Cobraba el haber mínimo y junto a sus hijos la pasaba muy mal, en La Pampa. Un comentario hizo que investigara si era cierto que su padre era un multimillonario estanciero, el mismo que fue patrón de su madre cuando trabajó de empleada doméstica en el campo.

La demanda judicial tardó 13 años en llegar pero además de los tres estudios de ADN que debió realizarse, la tumba del multimillonario fue ultrajada, su cadáver no apareció más y su lugar fue ocupado por otros dos cuerpos, entre los macabros ingredientes que tiene la historia de Eva Paole tras la búsqueda de su identidad biológica.

El Diario de La Pampa, publicó este sábado la noticia del fallecimiento y también una crónica de lo que fue la lucha de esta mujer durante 13 años, hasta que la justicia determinó que era hija del hacendado Rufino Otero.

«En 2012, Eva Mabel Paole de Juárez, «Chacha», logró tras un complejo proceso legal de trece años, que la justicia dictaminara que era la única heredera del hacendado Rufino Otero y heredera de la mitad de la fortuna de 30 millones de dólares que este dejó al morir en 1983.

Así finalizó en primera instancia el juicio de filiación que Paole inició el 2 de agosto de 1999, durante el cual el cadáver de Otero fue profanado y se tuvieron que realizar ocho análisis genéticos para determinar si era o no su hija. A partir de allí, se abrió un camino intrincado, una nueva causa judicial, para el acceso de Paole a una parte diezmada de los bienes que dejó Rufino Otero. Eva Paole vivía en ese momento en su casa de General Acha, con una pensión mínima.

Una historia de novela

La pelea de Paole por su identidad y la fortuna de Otero había comenzado 13 años antes. Fue cuando su hijo Miguel escuchó el rumor de que su mamá podía ser hija de Rufino Otero en una parrilla del pueblo. «Mirá esos muchachos, qué mal la están pasando. Y lo bien que podrían estar con la plata de Rufino Otero», le dijo a un amigo Francisco «Pancho» Larzábal.

Esas palabras fueron confirmadas con los dichos del piloto de Otero, Domingo Blanco y de Casilda Vivas, una tía de Eva. Otero fue un hacendado que tuvo la fortuna más grande en esa zona de La Pampa. Al morir dejó unas 50.000 hectáreas, inmuebles urbanos, dos aviones y gran cantidad de ganado. En 1991 la viuda de Otero cedió todo al sobrino del empresario, Darío Sarasola.

Josefa Paole (la madre de Eva) trabajaba como empleada doméstica en la casa de los Otero. Allí se convirtió en la amante de su patrón. De esa relación nació Eva, pero su origen se ocultó y luego «don Rufino» se casó con una mujer de su misma posición social.

El 2 de agosto de 1999 Eva Paole presentó una demanda de filiación diciendo que era hija de Rufino Otero. Pidió un cotejo de ADN y además un juicio de reivindicación, reclamando la millonaria herencia en manos de Sarasola. Allí comenzó una verdadera batalla: al mes, el cuerpo de Rufino Otero fue robado para evitar que se hiciera el ADN y se puso otro cuerpo en su lugar.

En 2007 murió Darío Sarasola y fue heredado por su viuda Graciela Cabantoux y sus hijos Hernán (21) y Agustina (26). Poco después se conoció que, entre junio y diciembre de 2006, había vendido unas 26.000 hectáreas a una sociedad anónima desconocida. También vendió siete inmuebles y cuatro campos. Finalmente, en 2008, se determinó que la probabilidad de que Rufino Otero fuera el padre de Eva era del 99,999%, pero recién en 2012 la Justicia falló en su favor.

Una tumba profanada, una herencia diezmada

Unos días después de que Eva iniciara la demanda, profanaron la tumba de Otero en el cementerio de Toay. La maniobra fue advertida a los pocos días de cometida casi de casualidad. Una nieta de Eva Paole está enterrada a pocos pasos del panteón de los Otero. Su hijo pasó por allí a finales de setiembre de 1999 y vio el candado cambiado.

Después de la denuncia, se abrió el cajón: el cuerpo que apareció, desnudo y con una enorme herida (como la de una autopsia), no tenía nada que ver con el cadáver del hacendado. A pesar del descubrimiento, en la causa penal que se abrió no se hizo ningún ADN. El juez penal a cargo, Manuel Álvarez, la cerró sin siquiera citar un solo sospechoso.

Las pruebas de ADN recién fueron pedidas por los abogados de Eva Paole en la demanda de filiación. La primera se realizó en el 2003 con muestras tomadas del cuerpo impostor introducido en el féretro de Otero. Se contrastó con el de Paole y dio negativo, como era de esperar.

Pasaron 3 años para las nuevas pruebas. Se hicieron en 2006, entre los restos de los padres de Rufino Otero (Ramón y Justina) y las muestras de Eva Paole y del cadáver impostor. Estos resultados establecieron que el cuerpo que estaba en la tumba no era de Don Rufino, pero las muestras no resultaron suficientes para determinar si Eva pertenecía a su dinastía o no.

Poco después, un informante anónimo introdujo otro elemento de misterio al caso: aseguró en forma exclusiva a El Diario que el cuerpo que había sido puesto en reemplazo del de Otero había sido robado del cementerio de la localidad de Toay y pertenecía a un hombre llamado Alberto Salvini. Todo esto llegó a oídos de la Justicia, que ordenó abrir la tumba de esta persona y se encontró con que en su lugar habían puesto el cadáver de una mujer, cuya filiación no se conoce.

Pero el tema no quedó ahí. El mismo anónimo informó que el cambio de cadáveres se habría hecho en un campo propiedad de Darío Hernán Sarasola, el por entonces único heredero de toda la fortuna de Otero. Y aseguró que uno de los peones a los que se les encomendó el cambio era un pintor que murió en un inexplicable accidente al caer de su andamio junto a su hijo en mayo de 2004.

Finalmente, en 2007 se tomaron nuevas muestras para hacer análisis de ADN en la causa por la herencia. Se extrajo otra vez material del cuerpo de la madre de Otero y del de Josefa Paole, la madre de Eva. El informe final de este análisis se hizo el 31 de enero de 2012.

Darío Sarasola murió siendo el único heredero de la fortuna de Don Rufino el 9 de octubre de 2007, como resultado de una repentina enfermedad. Poco después se conoció que, entre junio y diciembre de 2006, Sarasola habría vendido unas 26.000 hectáreas a una sociedad anónima desconocida. También se habría deshecho de siete inmuebles y de cuatro campos, que provenían de la ya para entonces diezmada herencia de Don Rufino Otero.


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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