El reguero de muertes que dejó en la zona el “Chacal Foster”

La mujer huye desesperada a campo traviesa tratando ponerse a salvo. Sofía Aquín lleva a sus cuatro hijos en la angustiada carrera buscando la casa del capataz de la estancia. Corre con su corazón latiendo a mil , la boca reseca, las sienes que explotan  el terror que la impulsa a seguir para proteger a sus niños.

Todo esto comenzó en el almacén de Ramos Generales que el “turco” Fortunato Creide tenía en el paraje denominado Estancia Chacabuco, en el lugar denominado Paso Flores, provincia de Río Negro.

Era un miércoles 14 de marzo de 1928  en que los integrantes de la familia Creide y otros amigos y vecinos, comparten un asado, cuando se produce la llegada de tres desconocidos con intenciones de compra de algunos elementos en el almacén.

Fortunato refunfuñó, pero comerciante al fin, no se quería perder una venta. Había llegado el día anterior de Buenos Aires donde vendió un importante cargamento de lana, un rubro de los denominados frutos del país.

“Ya vuelvo, no se coman todo”, dijo bromeando el “turco” mientras se dirigía al boliche buscando una escalera para llegar a las alturas de las estanterías y despachar lo que le habían solicitado los recién llegados. Un hombre joven de mirada torva y acento chileno, es quien parece liderar al grupo. Su nombre era Roberto Foster Rojas, llegado hasta allí para cometer un delito, después de fracasar lo planeado en San Carlos de Bariloche.

“Se cagó lo del Banco Nación”, le había dicho alterado Foster Rojas a su secuaz Atanasio Puchi, quien de inmediato responde “¿qué pasó? ¿por qué?. “El weón que se había comprometido a facilitarnos el auto se echó pa tras, así que tampoco podemos hacer lo del Hotel Capraro”

“Y ahora”, pregunta Nicolás Román, el tercer integrante de la banda. Los tres tienen semejanzas: un pasado difícil de violencia y privaciones, el gusto por el dinero fácil y su lugar de procedencia, cruzando la frontera han llegado desde su Chile natal.

“Tengo el dato de un tal Seguel, vecino de un almacén en Estancia Chacabuco, dicen que el dueño mueve mucha plata en estos días, así que eso puede ser un trabajo fácil«, dice Foster Rojas, sin inmutarse. 

Emprenden su marcha de a caballo rumbo al objetivo elegido. “El Seguel me ha dicho que será fácil, llegar y alzarnos con la plata», vuelve a repetir Foster Rojas. En eso piensa el maleante cuando ve llegar a Fortunato al último escalón para despachar lo que han pedido sus clientes. 

Entonces dispara, hiriendo mortalmente a Fortunato que se desploma con su escalera. Alertado por los disparos un hermano del almacenero muerto intenta ofrecer resistencia, pero corre la misma suerte, abatido por los disparos de un Winchester de Foster Rojas.  

La sed de sangre del grupo de delincuentes se lleva la vida de José María Marín, un cliente que se encontraba en el lugar equivocado en el momento menos indicado Sin haber podido violentar la caja fuerte, los tres malhechores se retiraron del lugar resignándose a un magro botín: tanta violencia, tanto salvajismo, para 60 pesos, un reloj con cadena de oro en su base, un caballo, algunas armas del negocio y los muertos, ropas y unas ochocientas balas. 

La única resistencia que tuvieron luego del atraco fue la de un policía, que alertado por la balacera,  los persiguió a caballo y se tiroteó con ellos, pero sin éxito. 

El raid de esta banda criminal continuó cerca de Bariloche, donde asaltan a un chacarero y lo asesinan de un balazo en el pecho, para robarle unos 500 pesos. Luego, siguen hasta Esquel, camino en el cual roban unos 650 pesos a un hombre y sus hijos, a quienes dejan maniatados en medio del campo. Tampoco se salvó otro viajero al que se encontraron, al que despojaron de toda su ropa, para luego alzarse con tres caballos de otro campesino. 

Más muertes 

Los hechos de sangre continuaron poco después con el asalto a otro comercio en cercanías de Esquel, propiedad de un tal Florentino Latorre. Allí, tampoco tienen reparos en asesinar al dueño del lugar y a un peón, ambos a sangre fría, para luego llevarse todo lo de valor que encontraron. 

Un repentino cambio de planes hace que no vayan a Esquel y decidan regresar a Bariloche, y en el trayecto, deciden separarse. Román y Puchi emprenden su viaje hacia Chile, mientras que Foster Rojas, sigue hacia la ciudad de los lagos. 

Pero la suerte iba a cambiar, al menos para los secuaces del feroz bandolero. Luego de ser atendidos cordialmente en una casa en la que piden asilo, intentan violar a la esposa del campesino, y luego huyen después de atacarlos. Días después fueron interceptados por una partida conformada por policías y civiles, cansados del agobio de los malvivientes, y que se encontraba encabezada por el oficial Mario Liccardi, entre otros.  

Se produce así un fuerte enfrentamiento en la zona conocida como paraje Los Repollos, cerca de El Bolsón. Allí, luego de varias horas de tiroteo, resultó muerto Puchi, mientras Román terminó con sus dos piernas heridas, lo que lo dejaría rengo para el resto de su vida. 

La detención de Foster Rojas se produjo el 3 de mayo en el paraje Yuquiche, a unos 20 kilómetros de Ingeniero Jacobacci. Allí, una comisión policial encabezada por el comisario José Basualdo y los subcomisarios Carlos Argentino de la Silva y Jesús Rodríguez, sumados algunos civiles, logró reducir al feroz asesino, que todavía se encontraba acompañado por una joven de apellido Huala, a quien había raptado luego de asesinar a varios de los integrantes de su familia en la zona de Puerto Moreno. 

Tras las rejas 

Foster Rojas fue condenado por la Justicia a cadena perpetua, responsable directo o copartícipe de al menos 20 muertes, pero sólo estuvo preso 22 años, saliendo en agosto de 1950 en libertad condicional cuando tenía 52 años. Nadie sabe con exactitud qué pasó con él luego, aunque algunos dicen que volvió a su Chile natal. 

En tanto, Nicolás Román –uno de sus primeros secuaces- fue condenado a reclusión perpetua luego de ser detenido en “Los Repollos”, aunque murió a los pocos años víctima de un “síndrome delirante y fantástico”. 

A Seguelel entregador del asalto al turco Fortunato– también lo condenaron a reclusión perpetua, pero murió de un paro cardíaco. 

En tanto, María Francisca Huala quedó embarazada como consecuencia de las violaciones de Foster Rojas, relación de la que tuvo un hijo que ya grande se suicidó por cuestiones amorosas.  

Volviendo al sangriento asalto cometido en Estancia Chacabuco al momento de elaborar este informe contamos con la colaboración y el relato de la familia Creide. Lorena Nicolás Creide es escribana y empresaria, formada en la Universidad de El Salvador y colaboró con valiosos aportes del relato familiar. 

Esta neuquina confirma que “el hecho de la muerte de mi bisabuelo, siempre estuvo presente en la memoria familiar. Mi tía abuela Dolores, más conocida por nosotros como “Loli”, aún vive y lo más impactante es que nació al día siguiente de la masacre”. 

La historia de los Creide es similar a la de muchos inmigrantes –libaneses en este caso – que apostaron a forjarse un porvenir en tierras lejanas, pero no pudieron eludir la violencia social reinante en ese momento en la región patagónica. De hecho Sofía Aquín continuó su vida al frente del almacén de Ramos Generales y criando a sus cinco hijos sola. 

Los diarios de la región dieron notable cobertura al hecho, como por ejemplo el semanario Nueva Era, de la comarca Viedma-Carmen de Patagones. Decía el artículo: “El paraje denominado Paso Chacabuco, perteneciente a Paso Flores en el que se encuentra diseminada un conjunto de población laboriosa, resultó días pasados el nuevo escenario de una de esas tragedias misteriosas de que viene siendo víctima el territorio, hondamente conmovido por la magnitud de los sangrientos sucesos que con desesperante frecuencia vienen produciéndose en su seno, y en la que el plomo homicida ha conjugado miserablemente su más vil y vergonzante destino, tomando de sorpresa la tranquilidad familiar de felices hogares que hoy vive la odisea fúnebre del más áspero y doloroso luto sacrificando, a mansalva, preciosas vidas de hombres útiles a la sociedad y dignos de consideración para todos”.  

Completó nuestro colega maragato: “En el hecho de Paso Chacabuco rodaron bajo la violencia mortal del proyectil siniestro, disparado alevosamente, tres hombres de enjundia cuyas honestas vidas, dedicadas a dar al ambiente en que actuaban mejores perspectivas de progreso, movíanse al calor de los sanos ideales y llenaban un destino benefactor dentro de la esfera de sus energías”. Trágico desenlace. 

Roberto Foster Rojas, como un designio fatal pasó a la historia en los hechos criminales como “El chacal de La Lipera”.  

Un agradecimiento especial a Lorena Nicolás Creide y Enrique “Quique” Frizán por haber aportado información y datos de la región, para la conclusión de este artículo.


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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