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“El tiempo es más que el espacio, la realidad es más que la idea, la unidad prevalece sobre el conflicto y el todo es más que las partes”. Con estas cuatro frases, tomadas del pensamiento social del Papa Francisco, el obispo de Neuquén Fernando Croxatto sintetizó este viernes el legado que une a tres figuras clave de la Iglesia: el flamante Papa León XIV, su antecesor Jorge Bergoglio, y el primer obispo de la diócesis, Jaime de Nevares.
El obispo neuquino celebró la elección del nuevo pontífice y recordó con firmeza que “la dignidad de la persona humana y el bien común están por encima de la tranquilidad de algunos que no quieren renunciar a sus privilegios”, una frase de Francisco que, dijo, “muy propio de don Jaime”.
El obispo subrayó la continuidad espiritual entre los tres líderes. “No digo continuidad para que no se entienda mal, no es la continuidad con Francisco propiamente, sino con el espíritu que Francisco fue transmitiendo a la Iglesia. Y creemos que León XIV asume también ese espíritu”, expresó.
Contó que aunque no conoce personalmente al nuevo Papa, se siente cercano a su forma de ser: “Es un hombre sereno, de mucha escucha, muy templado, muy empático en el trato«.
Mirando una fotografía de Don Jaime de Nevares expresó: «Recuerda una estampa casi de los últimos tiempos… este hombre, reflexivo, profundo, que tanto caló no solamente en la sociedad neuquina, sino también a nivel nacional y más allá también de lo nacional».
«Contagiado de este mismo espíritu, donde él comienza su tarea que la retoma Francisco y ahora también el Papa León XIV que es: cómo ayudar al mundo al caminar una humanidad nueva y un compromiso social y una construcción de una paz que realmente sea una construcción verdadera de paz», agregó.
«¿Qué diría don Jaime?», hay alrededor de 200 personas en situación de calle en Neuquén
Así, el obispo Croxatto trajo a colación la situación que se vive en la región. Habló de las demandas actuales de las comunidades mapuche y de la falta de políticas para las personas en situación de calle. “¿Qué diría don Jaime frente a las comunidades originarias que siguen esperando el relevamiento de sus espacios, de ser tratados dignamente, de ser convocados? Sabemos que en las ciudades no están tan visibilizados, quedan reducidos al interior, pero tienen muchas necesidades”, sostuvo.
Mencionó también el deterioro de comedores populares. “Nos decían que si antes eran cinco comedores por movimiento, hoy quedan uno o dos. Pero no disminuyó la necesidad: al contrario, aumenta el número de gente que hay que atender”, relató.
Contó que no tiene el número exacto, pero que actualmente son alrededor de 200 personas las que están en situación de calle en Neuquén. Relató que uno de los sacerdotes, en la noche de la caridad, se encontró con una imagen triste: «Encontró 15 jóvenes debajo de una alcantarilla en la zona oeste. Se estaban drogando. Aparecen cosas que nos muestran que todavía como sociedad nos falta mucho para enfrentar esta realidad”.
Evocó los principios que el Papa Francisco propuso en la doctrina social de la iglesia y que, a su entender, estuvieron encarnados en De Nevares: El tiempo es superior al espacio, la realidad es más importante que la idea, la unidad prevalece sobre el conflicto, el todo es más que las partes.
“Tanto Francisco como León como don Jaime: la persona está primero, más allá de su condición. Entonces, ¿cómo ayudamos a estas personas a transitar este tiempo?», se preguntó el obispo. «Hay que escucharlas a fondo para entender por qué están en la situación en la que están”.
Quién fue Don Jaime de Nevares
Nació en Buenos Aires en 1915. Jaime de Nevares encontró su verdadera vocación en el sacerdocio salesiano tras una breve incursión en la abogacía. Se ordenó como sacerdote y luego director espiritual en Bahía Blanca.
Su destino dio un giro trascendental en 1961 cuando el Papa Juan XXIII lo designó primer obispo de la recién creada Diócesis de Neuquén. En una provincia con apenas cuatro años de autonomía, Don Jaime asumió la inmensa tarea de guiar los primeros pasos de la iglesia local, marcando desde el inicio un profundo compromiso social.
Sus viajes por la provincia lo confrontaron directamente con la dura realidad de la gente del interior, especialmente la que vivía en el campo y de las comunidades mapuches, la difícil situación carcelaria y la vulnerabilidad de los trabajadores migrantes del Alto Valle que venían de Chile principalmente.
Su respuesta fue la acción concreta: impulsó la creación de la Pastoral Social, la Pastoral Mapuche y la Pastoral Carcelaria desde el Obispado, buscando dar respuestas a las necesidades de los más vulnerables. Su compromiso trascendió lo religioso, convirtiéndose en un ferviente defensor de los derechos humanos durante la última dictadura y también en democracia.
La década de 1970 marcó su liderazgo con gestos valientes. En 1969, tomó parte en el conflicto de los obreros de El Chocón, quienes reclamaban condiciones laborales dignas. Se negó a bendecir la capilla local por la existencia de «listas negras» de trabajadores despedidos. A partir de ahí lo reconocieron como «el obispo de El Chocón».
Tras el golpe cívico militar de 1976, Don Jaime se convirtió en un refugio para familiares de detenidos y desaparecidos, alzando su voz crítica contra la represión militar. Su obispado denunció allanamientos, exigió respeto por los derechos humanos, el cese de torturas y la garantía de juicios justos. Incluso, la noche del golpe, ordenó dejar abiertas las puertas de la Catedral como posible refugio.
Por su compromiso con los derechos humanos fundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y promovió la filial local, por lo que recibió amenazas. En los años 80, se opuso a la Guerra de Malvinas, abogando por soluciones pacíficas.
Con la vuelta a la democracia, fue convocado por el presidente Alfonsín para integrar la CONADEP. Ya en 1994, participó como convencional constituyente en la Reforma de la Constitución Nacional, aunque renunció al considerar que su lealtad debía ser con el pueblo.
Tras una larga vida de servicio y compromiso, con los más pobres y con los perseguidos, Don Jaime de Nevares murió en Neuquén en 1995, dejando un legado imborrable como pastor y defensor de la dignidad, reconocido por líderes religiosos, políticos, sindicales y sociales de todo el país.