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El Valle Inferior del río Negro alberga a un gigante llamado Rangitata. Es el mayor productor de leche de la Patagonia argentina y posee dos tambos dentro del Idevi (Instituto de Desarrollo del Valle Inferior), a solo media hora de la ciudad de Viedma.
Esta empresa tambera se instaló en la provincia en 2011 y forma parte del grupo El Jabalí, un conglomerado lechero con 12.000 vacas en ordeñe distribuidas en 11 tambos: nueve en la provincia de Buenos Aires y los dos en Río Negro.
Rangitata opera sobre un total de 1.400 hectáreas, de las cuales 1.350 están en producción activa. Con un plantel actual de 2.350 vacas, una estructura de casi 50 personas y una producción que en épocas pico alcanza los 65.000 litros diarios, no solo es la firma lechera más grande de la región, sino también sumamente estratégica: su misión es producir la leche más barata del grupo. Y esta temporada, va camino a lograrlo.
El camino no fue fácil. La barrera sanitaria condicionó y ralentizó los inicios del proyecto. El plan original era instalar el tambo trayendo animales desde Buenos Aires, pero la restricción sanitaria obligó a importar vacas desde Chile y luego, a construir el plantel con genética propia. A más de una década del arranque, la meta de eficiencia se vuelve cada vez más tangible, al punto que ya se evalúa abrir un tercer tambo en la zona.
Tambos en Río Negro: la clave está en el pasto
El corazón productivo de Rangitata está en el manejo forrajero. La rotación comenzó con cultivos de maíz, que fueron clave para comprender la heterogeneidad del suelo del Valle Inferior. Con el tiempo, y tras identificar problemas de sodio y carbonato de calcio que afectaban la infiltración del agua, el equipo fue ajustando el sistema: aplicación de foliares, siembra variable, riego eficiente por manto, y una rotación cada vez más afinada. Hoy funciona en Rangitata un centro de investigación, donde se realizan y analizan ensayos en busca de la mejora continua del sistema productivo.
El sistema pastoril fue, inicialmente, 100% raigrás. Luego, y durante nueve años, la fórmula fue 40% raigrás, 40% alfalfa y 20% maíz. Sin embargo, desde 2018, la remolacha forrajera comenzó a ganar terreno. “Empezamos con dos hectáreas, y hoy estamos en 112”, cuenta Joaquín Imaz, gerente del área forrajera. El cultivo se convirtió en una pieza estable del esquema, permitiendo liberar presión sobre las pasturas en épocas clave como la de partos y reduciendo la compra de alimento.
El esquema actual consiste en un mix de 35% alfalfa, 30% entre maíz y remolacha, y 35% raigrás perenne. La idea es que el raigrás, el recurso menos eficiente ante las temperaturas estivales de la zona, salga completamente de la rotación. Su lugar lo ocuparía la avena, que ya se está probando con buenos resultados.
Los rendimientos forrajeros son más que destacados. El promedio general del campo alcanzó en la última temporada las 14 toneladas de materia seca por hectárea, dato que se obtiene gracias a mediciones semanales de pasto a fin de estimar su crecimiento, la disponibilidad de alimento y la carga animal. En el último apartado, detallamos los rindes por cultivo.
El riego, por manto, es otro punto fuerte del sistema. A diferencia del uso habitual en la región, Rangitata trabaja con láminas promedio por debajo de los 100 milímetros anuales. Menos agua, mejor distribución y mayor eficiencia. Además, el sistema de pastoreo contempla dos cambios de parcela por día y un diseño pensado para evitar estrés animal y mejorar el uso del forraje. “Tenemos un bebedero cada 5 hectáreas, las vacas están siempre bien”, dice Imaz.
La leche como “monocultivo”
El modelo de Rangitata es un sistema pastoril intensivo, pero con alto nivel de planificación. Desde la inseminación hasta el ordeñe, cada etapa está estandarizada. La genética combina razas Jersey y Holando buscando animales de tamaño homogéneo. Las terneras se separan de sus madres a las seis horas del parto y pasan por un proceso controlado de guachera hasta los tres meses, para luego ingresar a la recría, donde permanecen hasta los 24 meses, momento en que vuelven a los tambos a parir.
El viento, predominante en el clima patagónico, juega a favor: “Es como tener un ventilador prendido. Hace 40 grados y las vacas están perfectas”, resume Imaz. Además, las escasas lluvias hacen que el barro no abunde, reduciendo la incidencia de mastitis. Esto permite mantener un confort animal clave para una producción más estable y de calidad. La tasa de preñez anual ronda el 90%, con dos servicios por año (uno en primavera y otro en otoño).
La leche se extrae en una sala de ordeñe estilo calesita (Tambo 2) y otro estilo espina de pescado (Tambo 1) y se vende casi en su totalidad a La Serenísima, que la retira en uno o dos camiones diarios desde el campo hacia Trenque Lauquen. Un pequeño porcentaje se comercializa con una quesería de Cipolletti.
A pesar de que las vacas producen un poco menos de litros que la raza Holando más difundida, la leche de Rangitata tiene un muy buen porcentaje de sólidos (grasa y proteína), lo que la hace muy atractiva para la industria y el transporte. El promedio anual de producción ronda los 480 a 500 kilos de sólidos útiles por vaca, y los 21.000 litros de leche diarios, con picos de hasta 65.000.
Sin embargo, lo más importante es que la leche de Rangitata es más barata. “Con todos los costos que implica el riego y la distancia, no tendría sentido producir acá si no generaras al menos el 70% del alimento dentro del campo”, explica Imaz. Hoy Rangitata alcanza el 75% de autoabastecimiento forrajero, frente al cerca del 50% que manejan los demás tambos del grupo en Buenos Aires.
La leche, más barata en Río Negro que en Buenos Aires
La eficiencia tiene números concretos. Esta temporada, excluyendo los gastos fijos, el Tambo 2 de Rangitata logró un costo de producción de US$1,93 por kilo de sólido útil, el valor más bajo de los 11 tambos del grupo El Jabalí, incluidos los nueve en Buenos Aires. La diferencia se explica en gran parte por la altísima producción de pasto durante esta campaña, algo que se había visto afectado en la temporada anterior por una primavera fría. El Tambo 1, por su parte, registró US$2,24 esta temporada.
Este logro no es menor. El objetivo estratégico del grupo es producir la leche más barata posible, y Rangitata está cumpliendo con creces. La clave está en el manejo eficiente del pasto, en la reducción progresiva de las compras externas y en una estructura cada vez más ajustada.
Las condiciones agroclimáticas del Valle Inferior y un aceitado manejo agrícola permiten que el sistema forrajero sea muy productivo. La alfalfa rinde entre 13 y 15 tn MS/ha, el raigrás entre 9 y 11, el maíz entre 15 y 20, y la remolacha forrajera entre 20 y 35, con mediciones puntuales que arrojaron 50 toneladas.
Tan sólido es el presente que ya se proyecta un Tambo 3. “Con las 300 hectáreas que estamos por arrendar, podríamos trasladar la recría y liberar espacio para un nuevo tambo, lo que nos permitiría acercarnos a las 3.500 vacas en ordeñe”, anticipa Imaz, confiado en que la ampliación permitirá diluir estructura y bajar aún más los costos.
El entusiasmo del dueño, Jock Campbell (argentino, pionero en tambos rotativos), está y los números mandan. Con estructura, datos, y mucha constancia, Rangitata logró lo que parecía imposible en una región sin tradición lechera: construir un modelo rentable, sostenible y de escala. Y eso, en un país como Argentina, no es poca cosa.