Un cacique inmenso que murió lejos de todo

Mantuvo buena relación con exploradores, galeses, el gobierno nacional y las otras comunidades originarias de la Patagonia. Un tehuelche que se destacó por su porte físico, fue llevado preso a Buenos Aires, luego liberado allí adonde lo atacó una enfermedad.

Para comenzar a hacer justicia, debemos decir que el nombre de Orkeke fue puesto por los periodistas porteños de mitad del siglo 19, porque su verdadera denominación sería Ólkelkkēnk, Hólquequen, Olqueque, o Ulquiquenque, según el historiador que se consulte. En lo que sí todos coinciden es en cómo se destacaba su enorme figura, la rapidez con que entendía las situaciones que lo rodeaban, cómo buscaba la convivencia por sobre la guerra y la ascendencia que tenía desde el norte del río Santa Cruz hasta los pagos de Calfucurá, en Río Negro, Neuquén y adyacencias.

Uno de los que tradujo a la prensa sus sensaciones sobre Orkeke fue George Ch. Musters marino y escritor inglés (nacido accidentalmente en Italia), que exploró la Patagonia entre 1869 y 1870, por una caravana tehuelche encabezada por Casimiro, tras recibir la aprobación de Orkeke. A su regreso, en Londres, escribió «En casa con los Patagones» (Londres, 1871), «Vida entre los Patagones» (en español), describió la geografía, flora y fauna de la región, además de las costumbres, curiosidades, rituales y un vocabulario tehuelche.

Durante ese año de convivencia, dijo sobre el gran cacique tehuelche: “su estatura de seis pies cabales y su proporcionada musculatura, nadie habría sospechado que el hombre había cumplido ya sus 60 años; y, cuando saltaba sobre un caballo en pelo, o dirigía la caza, desplegaba una agilidad y una resistencia iguales a la de cualquier otro más joven. Su abundante cabello negro estaba levemente veteado de gris, y sus ojos brillantes e inteligentes, su nariz aguileña y sus labios delgados y firmes eran muy diferentes de lo que, según la idea corriente, son las facciones patagónicas; una frente achatada afeaba un poco la expresión de su rostro, que, sin embargo, era seria y meditativa, y a veces notablemente intelectual. Los meses que pasé en su compañía me dieron después amplia ocasión para estudiar sus facultades reflexivas, que eran grandes, y que a menudo encontraban expresión en dichos enérgicos y graciosos. Aunque era particularmente limpio en sus ropas y aseado en sus costumbres, era víctima, como todos los indios, de los parásitos; y una noche me despertó para fumar, y, después de dejarse estar sentado un rato, abstraído al parecer en profundos pensamientos, me dijo: “Musters, los piojos no duermen nunca”. A veces, pero muy de tarde en tarde, se permitía embriagarse; pero nunca reñía, y era cosa entendida que, en caso de orgía general, él y su hermano Tankelow debían conservarse serenos para proteger a sus familias”. Según su apreciación, Orkeke era de carácter duro, serio y de conducta intachable, según consta en un artículo publicado por el sitio Pueblos Originarios.

Sus tolderías se ubicaban al norte del río Santa Cruz, en la confluencia de los ríos SheHuen o Chalia con el Chico. “Orkeke no solo fue respetado por su gran porte físico, también por su prudencia y capacidad diplomática. Mantuvo relaciones con Calfucurá, aunque nunca lo acompañó en sus acciones contra los blancos”, indica el artículo.

Mantuvo inquebrantable lealtad a las autoridades argentinas; hospitalario con los blancos, colaboró con exploradores de la Patagonia y con los colonos galeses del Chubut.

En 1869, en el valle de Genoa, cerca de la actual localidad de José de San Martín (Chubut), se llevó a cabo un parlamento tehuelche: los del Norte encabezados por el cacique Sinchel portaban la bandera blanca tehuelche; los del sur, liderados por Orkeke, que respondía a Casimiro Biguá, desplegaban la bandera de Buenos Aires. Debatieron varias jornadas y el 3 de noviembre se izó la Bandera Argentina jurándole fidelidad y comprometiéndose a defender los territorios nacionales.

En un nuevo parlamento llevado a cabo el 8 de marzo de 1870, Casimiro Biguá es reconocido como el «Cacique del Sur», luego en encuentros con Sayhueque, «Gobernador Indígena del País de de las Manzanas», se resolvió que éste protegería la orilla norte del río Negro, mientras los liderados por Casimiro garantizarían el sur.

Casimiro Biguá, que ostentaba el grado de teniente coronel del Ejército Argentino, fallece en 1874, le sucede Papón quien entró en tratos con las autoridades chilenas y aceptó sus raciones. Orkeke las rechazó y se mantuvo leal al gobierno argentino, por lo que se separó de Papón.

Preso y trasladado en un buque

Sobre el cacique tehuelche, un artículo publicado en el sitio Revisionistas, afirma que “realizaban un baile en sus toldos, ubicados en Salinas, en las inmediaciones de Santa Cruz, cuando fueron apresados en la noche del 19 de julio de 1883, 17 varones y 37 entre mujeres y niños, por un contingente de soldados destacados desde el “Villarino”, transporte de la Armada Nacional, al mando del teniente de navío, Federico Spurr, quienes fueron embarcados y llevados a Buenos Aires, donde llegaron el 29 del mismo mes.”

La nota, que no tiene firma, sostiene que “casi todos estos indígenas comerciaban con Santa Cruz, Chubut y Punta Arenas, y más o menos conocían algo de la vida civilizada, inclusive algunos hablaban bastante bien el español.”

La captura dispuesta por el gobierno argentino motivó una serie de editoriales y artículos críticos de los diarios porteños, entre ellos La Prensa y La Nación, aunque con una descripción que  demuestra la visión que se tenía de los pueblos originarios. Por ejemplo, en La Nación leemos:  “sus cuerpos despedían fuertes olores que tapadas las narices y la boca con el pañuelo empapado en agua de colonia, era todavía difícil permanecer más de cinco minutos en las bodegas del “Villarino”, en que venían, respectivamente, acondicionados los indígenas. La navegación de las 860 millas que medían entre el Chubut (en realidad desde Puerto Deseado, Santa Cruz) y Buenos Aires les fue a los pobres indios, a causa del mal tiempo, bastante molesta, chocándoles que se agrupasen tantas personas en los muelles para mirarlos, ¡como si fueran salvajes!”.

Pueblos originarios especifica que el buque al mando del capital Spurr también trajo al “gobernador de la Patagonia, coronel Lorenzo Vintter; el teniente coronel Lino Oris de Roa; el mayor Miguel Linares; dos oficiales y 31 soldados de la Caballería. Enterados que la toldería de Orkeke estaba a unas quince leguas y siguiendo las instrucciones de Benjamín Victorica, Ministro de Guerra y Marina de la Nación Argentina, intima a la tribu a concentrarse y marchar hasta el pueblo. Es así como el cacique Orkeke y su gente -en total 54 miembros- son trasladados a la ciudad de Buenos Aires a bordo del Villarino. Siete toldos, 87 galgos, 98 caballos, cuatro vacas y tres terneros fueron confiscados.”

El «error» cometido

El 29 de Julio –se indica-, al llegar a Buenos Aires, el gobierno de Julio A. Roca, comisiona a Ramón Lista para que indagase los antecedentes y los motivos de su prisión. Admitiendo el error, Lista le comunica a Orkeke, que no habían sido traídos a Buenos Aires como prisioneros, sino como amigos. Se les iba a tratar bien y amistosamente, se les agasajaría con regalos, se les darían ropas y regresarían a la Patagonia, a sus toldos, devolviéndoles sus bienes. Dos días después son alojados en una cuadra del Regimiento Primero de Artillería ubicado en Retiro.

“Por la curiosidad que despertaban, gozaron de la simpatía de la prensa que tildaron a Orkeke como el «Personaje de la época». Visitaron parques, edificios públicos, el flamante jardín zoológico. Los agasajaron con banquetes y funciones de teatro a su beneficio; el circo de Raffetto realizó «una función grandiosa y extraordinaria en honor de Orkeke y su real familia». Por las atenciones recibidas Orkeke se sentía comprometido con los «cristianos amigos».

Nuevamente volvemos al diario La Nación del del 2 de agosto de 1883: “Ayer, cuando nos retirábamos del Villarino, vimos a varias personas que, munidas de cartas de recomendación, pretendían obtener uno o más indios, ni más ni menos que si de esclavos se tratase. Esta remesa, sin embargo, parece no será distribuida como las anteriores, y para ello hace empeños el comandante Spurr, que tiene para los pobres prisioneros todas las atenciones posibles, deseando que sean colocados por cuenta del Gobierno en un paraje donde puedan ganarse ellos mismos su subsistencia trabajando en común”.

En un tren expreso fueron trasladados desde el “Villarino”, atracado en el Riachuelo, hasta el Regimiento 1º de Artillería, en Retiro, acompañados por Lista, quien antes de entrar en el cuartel pidió a Orkeke que hablara a su gente, asegurándoles que serían tratados realmente como amigos.

El 4 de agosto, Orkeke realizó un paseo en carruaje por Palermo, acompañado por Ramón Lista, el diplomático doctor Escudero y el comandante Host, llamándole la atención un avestruz de Africa, que se le mostró en el zoológico, y en especial, un mono grande, del que quedó impresionado.

Se mostraba muy contento de todo lo que le rodeaba, y de la amistad que se le brindaba. Pero tuvo una satisfacción mayor cuando Lista lo llevó a visitar al Presidente de la Nación, quien lo recibió de la manera más afectuosa, entablando una conversación animada, en la que le aseguró su regreso a la Patagonia con toda su gente, porque el gobierno era amigo de los indios. Orkeke se mostraba muy satisfecho de todo, y recibió mayor alegría al obsequiarle 500 pesos que el presidente le hizo entregar por uno de sus edecanes.

Después Lista lo llevó a tiendas y mercerías, donde le compró algunas ropas y varios artículos vistosos y relucientes. Cuando llegó a Retiro distribuyó los regalos entre su gente, mientras relataba los aconteceres de su feliz paseo, refiriendo las contorsiones del travieso mono, que hacía reír a los indios.

Pero el acontecimiento más extraordinario que vivió Orkeke, en compañía de su mujer Hadd y 21 de los indígenas más notables de su tribu, fue la función que a beneficio de ellos tuvo lugar en el Teatro de la Alegría, el 7 de agosto de 1883, patrocinado por la Sociedad Geográfica Argentina. Un público numeroso concurrió a la función para ver a los indios tehuelches mientras se representaba “Mefistófeles”. Orkeke estaba sentado en el centro de la primera fila de las tertulias altas, al lado de su esposa, la india María y en medio la hija, mientras los otros tomaron ubicación más atrás.

Les impresionó la obra, que siguieron con marcada atención, sin una sonrisa ni gesto alguno que revelara otra cosa que el más completo ensimismamiento. Luego en el intervalo del segundo acto, el presidente de la Sociedad Geográfica Argentina, señor Lista, explicó los motivos de la función y trazó los rasgos de la tribu de Orkeke. En el último entreacto, el público presenció un espectáculo curioso al presentar Lista en el escenario al cacique y a su esposa, que se mostraron en actitud desenvuelta, como el resto de la comitiva. Se les hizo a los indios distribución de los regalos (prendas de vestir, cartuchos de confituras y relucientes collares comprados expresamente para ellos) y, al concluir la escena dieron una nota tehuelche entonando un coro patagonés en acción de gracias, que el público aplaudió calurosamente. El regreso al cuartel lo hicieron en un tranway especial acompañado por Lista.

El 10 de agosto, el cacique fue agasajado con un banquete de doce cubiertos en el Café París. Vestía Orkeke, pantalón de casimir oscuro, saco del mismo color y sobre él un poncho de paño. “Cuando, a las 6 y 10 p. m. se dio la señal de sentarse a la mesa se despojó del poncho y del saco, quedando cubierto su cuerpo únicamente con una camisa a cuadros. La camisa desprendida dejaba ver el pecho tostado del indio. Alrededor de su cuello, se veía una cinta colorada, y una vincha negra sujetaba sus largos cabellos grises”.

Cuatro días más tarde, la empresa Skating-Rink llevó a cabo una función de patines extraordinaria que contó con la presencia de Orkeke, su familia y súbditos tehuelches, donde distribuyeron premios a los ganadores. Otro agasajo fue la función del 17 de agosto en el circo Humberto 1º, que contó con la presencia de ellos.

“Teatros, paseos en carruajes, banquetes, agasajos de todo género y tantas cosas fueron las atenciones que se le prodigaron. En su fuero íntimo, Orkeke temía a la muerte, porque dijo ocasionalmente que “si muriendo todo concluye”, se sentía hondamente comprometido por todas las atenciones recibidas de los “cristianos amigos”, según indica Revisionistas.

Orkeke, su hija Meká y su esposa Hadd.
Orkeke, su hija Meká y su esposa Hadd. (Foto: Archivo General de la Nación)

Encuentro con Roca

El especialista en investigación antropológica en relación con el genocidio indígena y afrodescendiente Marcelo Valko, en su libro Cazadores de Poder (con prólogo de Osvaldo Bayer), reconstruye el encuentro de Orkeke con el presidente Roca. “Finalmente llega el momento del encuentro con Roca. Es la primera vez que se digna a recibir como presidente a un cacique de cierto renombre, y si bien acepta hacerlo, considera un honor innecesario encontrarse en la Casa de Gobierno con un sujeto de escasa relevancia militar, por eso al atardecer, cuando ya está de regreso en su hogar ubicado en San Martín 555, Ramón Lista conduce hasta allí al tehuelche.

Tras una espera de rigor, don Julio lo atiende en su despacho privado. El general, que no tiene necesidad de impresionar a ningún salvaje usando sus atuendos militares, viste un cómodo traje claro. Acaba de cumplir 40 años y tiene al país dentro del puño. Con sus ojos de un celeste acerado, observa a ese indio viejo, alto, vestido de paisano, incómodo, nervioso, que antes de extenderle la mano sudada, seca la palma pasándola sobre la ropa. Orkeke tiene una sonrisa mansa. El Presidente les ofrece sentarse. Lista, que no en vano es un sabio local, le detalla a Roca algunas anécdotas de la visita al zoológico, en particular la sorpresa del indio frente al gorila enjaulado. El general esboza una sonrisa leve. Gracias a estos pobres diablos desarrapados a los que les quitó sus tierras y les barrió los toldos accedió a la primera magistratura. Argentina siempre fue un país generoso.

CAZADORES DE PODER, LIBRO DE MARCELO VALKO

Atacado de pulmonía

El cambio de clima lo perjudicó, y el 3 de setiembre fue atacado por una fuerte pulmonía, debiéndoselo internar en el Hospital Militar. A pesar de los cuidados prodigados, falleció el 12 de setiembre de 1883. Orkeke creía que no podía morir, y hablando en su lengua preguntaba: “Si me muero, ¿qué dirá el gobierno?”. En la tarde de ese día, su esposa, acompañada por su hijita y tres indios, llegó al Hospital Militar para ver el cadáver de su esposo, permaneciendo impávida, sin hablar, ni derramar una lágrima.

“Orkeke estaba ya encajonado en su ataúd de caoba, cuando la viuda fue a ver el cadáver, que debió ser inhumado ayer; pero una orden superior, dada no sabemos por quién, hizo suspender la inhumación, y el cadáver fue disecado ayer a las 12 por los practicantes del Hospital Militar para conservar íntegro el esqueleto, cuyo final destino aún no se conoce”, se informa en un artículo de La Nación del 14 de setiembre de 1883.

“Después procedieron los indios a efectuar la ceremonia de guerra de los objetos pertenecientes al finado, que según su costumbre debían ser consumidos por el fuego. En el patio del cuartel encendieron una hoguera y allí fueron arrojados ponchos, piezas de ropa y otros artículos de los recién temen te regalados. Concluida esta ceremonia, que se hizo en medio del más profundo silencio, los ancianos se congregaron para elegir nuevo cacique. Breves momentos duró la discusión y por unanimidad fue tomado el acuerdo. El indio Coochingan fue nombrado cacique y puestos de pie los electores hicieron la proclamación. Coochingan pronunció una breve arenga, en la que ofrecía gobernar la tribu con rectitud y honradez siguiendo las huellas de su antecesor.”

En Pueblos Originarios, se sostiene que el cacique tehuelche “rehusó tratamientos y medicamentos. Abandonaba la cama y buscaba otro aire en los patios. No tenía hierbas curativas ni podía usar los métodos nativos para espantar los malos espíritus: “Yo no quiero estar en una cama, quiero estar afuera respirando el aire libre como en mi tierra”.

El 12 de setiembre de 1883, a las 8.40, murió. Lista informó a la tribu del deceso. Todo se dispersó, algunos tehuelches volvieron a Santa Cruz, otros quedaron perdidos en la ciudad.

El cuerpo de Orkeke no fue inhumado sino descarnado y su esqueleto rotulado «fósil representativo de una raza de gigantes» para ser enviado al Museo de La Plata.

El jueves 20 de septiembre de 1883, el diario La Nación indicó “después de haber sido descarnado en el Hospital Militar colocáronse los diversos fragmentos del cuerpo en un gran tacho de agua y cal, para hacer desaparecer las pequeñas cantidades de carne que habían quedado adheridas a los huesos. Terminada que sea la disección del cuerpo del cacique, se procederá a armar el esqueleto. Ha llamado la atención de los encargados de disecar el cuerpo de Orkeke la enormidad del cráneo y el espesor del hueso frontal. Las canillas y los brazos son de dimensiones poco comunes.”

Hasta el momento, a pesar de las promesas de restitución de los restos del cacique tehuelche, permanecen en el Museo de La Plata, junto a unos 300 esqueletos de personas originarias.

Monumento a Orkeke en Puerto Deseado, realizado por Aldo Nemesio Soto
Monumento a Orkeke en Puerto Deseado, realizado por Aldo Nemesio Soto (Foto: RIcardo Pérez)

Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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