Los secretos alemanes que guarda el banco mirando al mar

A la vera de la Ruta 3, entre Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia, sobre un cañadón y sin nadie a su alrededor, aparece el asiento de madera. Cuál es la leyenda.

La mirada al mar desde el banco de madera, es única. Nada se interpone entre la vista y la inmensidad azul y tampoco alrededor hay algo que distraiga. Sólo esas maderas que guardan la filosa intemperie del cañadón que acompaña a la Ruta Nacional 3, entre Comodoro y Caleta.

Una investigación financiada por el Consejo Federal de Inversiones (CFI), llamada Proyecto Genoma- Santa Cruz expuso una de las historias que rodean a este banco y que recorría desde hace años a la población de esa región.

Allí se indica que se trata del banco de Don Magnus Fratzscher, uno de los primeros habitantes del suelo caletense, de origen alemán y primer propietario de la Estancia San Jorge, bautizada así por su cercanía al accidente geográfico que caracteriza la costa de esta región ubicada sobre el Paralelo 47.

A unos 15 kilómetros al norte de la ciudad de El Gorosito se emplaza este campo que supera las 7 mil hectáreas. Con un casco viejo sin habitar, el lugar es hoy parte de un trabajo con serias intenciones de protección debido a que por robos cometidos en el sitio, se busca llamar a la reflexión acerca del cuidado del patrimonio rural local.

Es que el tiempo, el fallecimiento de sus propietarios cuyos restos descansan en un cementerio familiar en ese lugar, y quizás el desinterés de parte de los herederos han hecho que esta estancia haya quedado en un estado de abandono que pudo ser varias veces aprovechado por personas que definieron sustraer diversos elementos, entre ellos los más notorios, el robo de las ruedas de una carreta de unos cien años.

El banco del alemán

Cuenta la historia que la Estancia San Jorge posee dos cascos. Uno antiguo, que es el que se observa desde la costa cuando uno transita sobre la Ruta Nacional 3, y otro nuevo que se ubica a unos 9 kilómetros hacia el oeste, adentro del loteo.

En ese casco viejo, construido en la década del 30, fue Magnus Fratzscher, su primer propietario, quien lo levantó. Enamorado del lugar, el cual era “más que privilegiado”, fue propicio para que en lo alto de un cañadón, se levantara la construcción de un banco de madera.

En el libroEstancias del Noreste de la provincia de Santa Cruz. Su historia y su patrimonio en la primera mitad del siglo XX” (A. Ibarroule, P. Sampaoli, y A. Tagliorette), se detalla que la vista al mar desde el sitio donde se emplazó originalmente el banco es “inigualable”. Y desde ese lugar, Magnus podía observar el oleaje y el horizonte marino. Además, allí mismo había construido un reloj solar.

“El banco conocido como el banco del alemán, aún existe pintado de rojo, como nota singular, y despierta la curiosidad de quienes transitan por la ruta”, se remarca en la publicación académica.

Actualmente, y debido las modificaciones que en el sitio se han llevado a cabo por las obras de construcción y ampliación de la Ruta 3, habiendo quedado muy cerca del obrador de la empresa que se halla en esas tareas, el banco de madera de Fratzscher ha sido removido.

«Ahora se encuentra unos metros más atrás, hacia el interior de la estancia, bajo la sombra de pinos que junto a algunas jarillas, ponen verde al desierto lugar. Sin embargo, aún pueden percibirse desde ese banco, quizás lo que el propio Magnus sentía: la paz del mar y el sonido del viento al acariciar la estepa patagónica».

La familia Fratzsche.
Arribado a Caleta Olivia en 1908, Magnus Fratzscher, un hombre de origen alemán, tejió su existencia en el medio rural de los alrededores de la ciudad.
En la fotografía Magnus Fratzscher y su esposa Hedda Brandt Lüden, junto a sus hijos Jorge Federico (1927), Eugenio Hans Curto (1932) y Hedda Irmgard Luisa (1935). Fuente: Genoma Santa Cruz – CFI

El banco de Hitler

El escritor e historiador Marcelo García –ha publicado varios libros relacionados con el nazismo y con Hitler- sostiene que en la región se relaciona a ese banco con la presencia del líder alemán. El autor, que también sostiene que Hitler llegó a esa zona en un submarino tras huir de su bunker al final de la Segunda Guerra Mundial, afirma que “para quienes nos paramos frente a la historia oficial con una mirada crítica es relativamente sencillo establecer relaciones y trazar paralelismos entre las muchísimas viejas propiedades alemanas de la zona y los intereses que -una vez llegado Hitler al poder- pasaron a responder directamente a los designios del III Reich”.

“A finales de 1945 y por más que esas ventosas y desoladas playas sureñas estuvieran ubicadas en el mismísimo «c… del mundo», no fueron pocos los que en más de una oportunidad creyeron ver a alguien muy famoso merodeando las costas como si se tratara de un simple vaqueano más”.

“Lo curioso del caso – agrega- es que la práctica mayoría de quienes aseguraban haberlo visto, coincidían en afirmar que ese hombre no era otro más que Adolf Hitler, el Führer nazi alemán, quien solía sentarse en un banco de madera ubicado frente al mar. Según esos comentarios vestidos de leyenda, podría pensarse que los ojos celeste profundo del exiliado líder nazi se fundían cada amanecer con las azuladas extensiones inconmensurables del mismo Océano Atlántico que poco tiempo antes se había animado a cruzar, repitiendo con melancólico hastío, cada día, su silencioso y solitario ritual”.

“Quienes niegan esta historia, defienden a capa y espada la versión que indica que quien sentaba allí era en realidad un tal Alejandro Schicorra, vecino de la zona que tenía un asombroso parecido a Hitler y que trabajaba en la importante planta de la firma Astra, curiosamente inyectada con fuerte capital alemán. De todos modos, es más que probable (estoy entre los que piensan así) que Schicorra fuera parte del plan de quienes colaboraban con el escape del Führer para rebatir los comentarios de no pocos sorprendidos que podrían llegar a dar testimonio de avistajes de Hitler o incluso para dejar sin argumentos a quienes creían que, en efecto, Hitler no se había suicidado en Berlín.”

El periodista Octavio del Real, suma en otro artículo más elementos para abonar esta leyenda urbana: «ese hombre solitario no habría sido otro que el mismísimo Adolf Hitler que, según cuentan algunos historiadores, habría arribado a territorio argentino el 20 de junio de 1945, más precisamente a Puerto San Julián. El itinerario habría iniciado con un viaje en avión desde Austria a España -en el que viajó con el bigote afeitado y con el pelo corto, acompañado de un pequeño grupo de colaboradores- para luego emprender el trayecto en submarino hacia la Patagonia.»

«Allí es que luego el líder nazi se habría hospedado en la Estancia Fratszcher y habría tomado por costumbre sentarse en el banco para contemplar el mar en soledad. En esos avistajes fue que no pocos vecinos aseguraron que recorrían la ruta y veían en ese hombre la figura de Hitler.»

La historia va más allá -agrega el periodista- «y también aseguran que el Führer visitó Comodoro Rivadavia para saludar a un conocido alemán que se encontraba en una clínica de la localidad del sur chubutense. Más allá de continuar con una apariencia diferente, quien lo reconoció y asegura que se trataba de él fue la enfermera Mafalda Falcón, quien había trabajado nueve años en el viejo continente con la Cruz Roja Internacional y estuvo cara a cara con Hitler cuando los alemanes tomaron París.«


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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