Esa manía del Río de La Plata de desaparecer, de tanto en tanto

El 29 de mayo de 1984, la altura del río más ancho del mundo descendió casi cuatro metros por debajo de su nivel normal y el lecho del Plata quedó a la vista de todos. ¿Fue la primera vez? No. Había ocurrido en 1920 y en 1937. Pero también a finales del siglo XVIII y durante la primera invasión inglesa. Entre la literatura de antaño y la ciencia que con el tiempo explicó el fenómeno, el viento Pampero, causante de esos extraordinarios eventos, llevó a Mujica Láinez a escribir «…allí donde el río extendía su espejo limoso, el río ya no está”.

El jueves 20 de junio de 2019, los periódicos y noticieros de TV contaban, absortos, que una bajante de 1,20 metros del Río de la Plata había secado el Riachuelo el día anterior, y que el evento “causó cortes de suministro de agua corriente en los partidos bonaerenses de La Plata, Ensenada y Berisso”.

Una de las fotografías más difundidas fue de la agencia de noticias Télam, donde se podía ver a una pareja caminando por el lecho del río.

El fenómeno llevó a preguntarse qué había ocurrido; cuántos eventos similares se habían dado a lo largo de la historia; de qué magnitud, etcétera. Pero el frenético ritmo de vida de las ciudades no dejó tiempo para ahondar en el asunto y, menos que menos, para disfrutar de un hecho que registra antecedentes tan importantes como escasos desde el siglo XVIII hasta hoy.

Tampoco hubo tiempo, por supuesto, para enterarse de que gracias a un hecho similar se tomó un buque enemigo en 1806, durante la primera invasión inglesa; que en 1810 ó 1812 otro evento de ese tipo puso en fuga a una nave española, y que la bajante extraordinaria del 9 de octubre de 1827 significó el principio del fin de la emblemática fragata 25 de Mayo, con la cual el Almirante Guillermo Brown libró algunas de las principales batallas por la Independencia.

“Brown derrochó coraje y audacia sin límites en la Batalla de Quilmes, librada el 30 de julio de 1826. A bordo de la fragata Veinticinco de Mayo, cuyo comandante era el coronel de marina Tomás Espora, y apoyado por Rosales con su goleta Río de la Plata, combatió contra veinte naves enemigas…”, cuentan los historiadores.

En 1920 y 1937, si bien la ciudad de Buenos Aires no lo pasó muy bien, fueron numerosos los hombres y mujeres que recorrieron el lecho del río que se había esfumado, todo lo cual quedó inmortalizado en fotografías. También dicen que hubo temerarios que fueron a caballo hasta Colonia del Sacramento, en Uruguay.

En su trabajo “Estados aperiódicos del tiempo vinculados al viento Pampero y a bajantes extraordinarias en el Río de la Plata”, la profesora de Geografía de los Espacios Marítimos de la UNLP, Susana Stagnaro de Etcheverry, nos regaló un excelente repaso por estos acontecimientos, que aquí compartiremos -claro está- en sus trazos gruesos.

El hecho que llevó a la académica a profundizar sobre el fenómeno de las “evaporaciones” del río fue el que ella misma vivenció el 29 de mayo de 1984. Lo contó en forma muy amena:

“Esta investigación comenzó el 29 de mayo de 1984, cuando una tormenta -nada habitual- dejó el Río de la Plata en seco y devastó un viejo y bello pino en mi casa, al cual me ligaban recuerdos y afectos muy íntimos (…) ¿Qué tipo de tormenta fue la que acabó en el Parque Pereyra con 300 árboles, entre eucaliptos, cipreses, robles, encinas y fresnos? ¿Cómo es que las aguas del río desaparecieron? ¿Había ocurrido otras veces? ¿Registros? ¿Historias? ¿Algún relato?”

“Al comenzar mi investigación me di cuenta de que es bastante lo que todavía ignoramos sobre nuestra geografía, y que para lograr una mejor comprensión del tiempo meteorológico y, por ende, del conocimiento climático de nuestra región, es fundamental el estudio de este tipo de fenómenos, los cuales, en realidad, no son tan extraños como parecen y resultan ligados a otros meteoros ocurridos a miles de kilómetros del gran río”.

«Viento macho y altanero»

Explicó en ese trabajo que la causa del fenómeno parecía ser el Pampero, ese “viento macho y altanero” que aparece en la música popular, en las crónicas de antaño y en manuales básicos de meteorología. Y advirtió: “Nuevos rastreos cronológicos demostraron que este viento responde a veces a situaciones meteorológicas muy distintas de las comúnmente descritas, convirtiéndose en un fenómeno aperiódico, de extrema violencia y producto de combinaciones meteorológicas de mucha complejidad, que deben alertar a los geógrafos para no generalizar demasiado e incluir en el mismo gráfico a todos los vientos del SO que se producen sobre el Río de la Plata; sobre todo a aquellos que revisten verdaderas características de huracán y se llevan las aguas del ‘mar dulce de Solís’”.

“En síntesis: cuando el río desaparece y las ráfagas se aproximan a los 100 km/h, la situación sinóptica no es la habitual, aparecen otros elementos que la complican y acentúan, fundamentalmente una fuerte depresión con centro en la zona de Mar del Plata”. Y habla de 8 casos. “De los cinco primeros casos no hay cartas sinópticas, sólo registros históricos; de los tres restantes tenemos las cartas del tiempo necesarias que arrojan situaciones sinópticas similares e información periodística con situaciones humanas de sumo atractivo”.

Luego describe que el Pampero tiene parte de su origen al otro lado de la cordillera. “Es un viento frío y seco que avanza a expensas de un fuerte gradiente bórico que se ha originado entre el centro anticiclónico de donde proviene (océano Pacífico) y el centro ciclónico ubicado en el Noreste del territorio argentino, el que, a su vez, se ha formado por el avance de una masa de aire cálido -seco o húmedo- durante el lapso aproximado de una semana”.

Pero nos saltaremos la explicación más técnica, materia de los especialistas, para entrar en la cronología histórica de “desapariciones del Río de la Plata”.

Siglo XVIII, invasión inglesa y el coraje de Güemes

El primer evento del cual se tiene registro literario data de 1792. La profesora Stagnaro destacó que la magia de la pluma de Mujica Láinez logró recrear así lo ocurrido el 30 de mayo de aquel lejano año: “…Allí donde el río extendía su espejo limoso, el río ya no está. El barro se ensancha hasta perderse de vista. Sólo en los bajíos ha quedado el reflejo del agua prisionera. Lo demás es un enorme lodazal en el que emergen los bancos”.

El 12 de agosto de 1806, durante la primera invasión pirata, un barco inglés estuvo bombardeando Buenos Aires desde el río, dificultando así el accionar de las milicias patriotas. Pero sólo pudo hacerlo por la mañana, pues por la tarde “el río desapareció sorpresivamente” y el barco quedó a merced de los criollos, que lo abordaron hasta su rendición. En esa recordada acción tuvo su bautismo de fuego un soldado salteño que, poco después, se convertiría en una de las tres mayores espadas de la Gesta Independentista junto a las de San Martín y Belgrano: Don Martín Miguel de G​üemes. El Pampero jugó a favor de los revolucionarios.

1810 ó 1812 y la nave del Almirante Brown

“El 17 de septiembre de 1810 (el Pampero) volvió a intervenir: la fragata Mercurio, enviada desde Montevideo por los realistas, bloqueaba el puerto y la capital de las recién nacidas Provincias Unidas, cuando una vez más el río se retiró alrededor de 10 kilómetros. Durante dos días arreció el Pampero, lo que determinó que la nave quedara en seco, como una presa fácil para la infantería o la caballería. Toda la ciudad intervino tratando de repetir una acción similar a la de 1806, pero los intentos fallaron y el río regresó. Fue entonces cuando los españoles aprovecharon para huir”.

Hay un relato muy similar situado hacia 1812, por lo que se cree que podría tratarse del mismo con fechas diferentes.

Luego, como se dijo, el 9 de octubre de 1827 sobrevino otra extraordinaria bajante seguida de un gran temporal que “causó la pérdida de una nave gloriosa para nuestra Armada, la fragata Veinticinco de Mayo con la cual el almirante Guillermo Brown había obtenido muchos triunfos…” En ese momento se la estaba reparando para conservarla como reliquia histórica.

El 13 de julio de 1920, un fuerte temporal dejó la ciudad sin luz, a punto tal que el presidente Hipólito Yrigoyen y todo el personal de la Casa Rosada tuvieron que retirarse a las 17,30.

El Río de la Plata volvió a esfumarse como en aquellas heroicas jornadas del siglo XIX. Pero en Mar del Plata “el violento temporal causó un verdadero drama en la familia pesquera portuaria: dos lanchones hundidos y nueve hombres desaparecidos”.

El 8 y 9 de octubre de 1937 el fenómeno no pasó inadvertido. Duró dos días -un poco más de lo habitual- y quedó registrado en fotos entrañables que acompañan este artículo.

El siguiente y más grave fue el que llevó a la académica platense a estudiar estos eventos, es decir, el del 29 de mayo de 1984.

Así lo narró: “Una vez más, en medio de tantos progresos técnicos y científicos y en las puertas del siglo XXI, el río se va y el hombre de su ribera sur sufre las consecuencias: el 29 de mayo de 1984, la pronunciada bajante del Plata dificultó su captación por las bocas de la toma subfluvial ubicada frente a la Costanera Norte, que da agua a la planta potabilizadora General San Martín de Palermo. La unidad mencionada, ubicada casi a dos kilómetros y medio de la costa, quedó fuera de servicio a las 13,20. La medida normal del río en esta toma es de 2 metros sobre cero, pero en esos momentos había descendido a 3,50 metros bajo cero”. Una vez más, el río había desaparecido.

Publicado en Historias y recuerdos de la ciudad de La Plata y compartido por Atilio Rubén Calbucura.


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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