El paracaidista que más divulgó Neuquén y la Patagonia

La historiadora Ana María de Mena, radicada en San Martín de los Andes, rescató a través de una investigación la labor de este hombre que además abrazó el periodismo gráfico y radial. Conoció y describió desde el cielo varios lugares de Neuquén.

Alberto Masserdotti Piano había nacido en 1922. Desde chico lo seducían los aviones. Así, apasionado por la posibilidad de volar, se capacitó y cumplió los requisitos para obtener la licencia de piloto.

A los veinticinco años participó en un curso especial dictado por el pionero de la aviación deportiva Vicente Bonvissuto. Él y un grupo de compañeros hicieron su primer lanzamiento en paracaídas en conjunto e individualmente, el 25 de mayo de 1947, en La Plata. El resto de los participantes fueron Conrado Pérez, Luis Garat, Oscar H. González, Alberto Pintos y Edmundo Wrotniak.

Ignoraban que aquel primer salto daría lugar a que se instituyera el Día del Paracaidista Deportivo Civil Argentino, promovido por una Comisión Especial de la Federación Argentina de Paracaidismo que, al buscar antecedentes, tomó ese lanzamiento como el comienzo de la actividad en nuestro país. 

Pilotos sonrientes en 1947. De pantalón blanco el instructor Vicente Bonvissuto De gorra y con bigotes Alberto Masserdotti (Foto: Federación Argentina de Paracaidismo)

Entusiasta, realizó cientos de vuelos de bautismo en los que llevó a volar por primera vez a escolares, jóvenes de clubes y de entidades comunitarias. También hizo algunos viajes exitosos llevando a niños con dificultades bronquiales por enfermedades invernales, para despejar las vías respiratorias en la altura y evitar que tomaran medicamentos.

Conocedor del cielo, fundó en 1951 el periódico “Cruz del Sur”, llevando su pasión por la aviación deportiva a bautizarlo con el nombre de una constelación fácil de observar en el hemisferio austral. Autodidacta en el periodismo, se había formado, como la mayoría de los hombres y mujeres de prensa de esos años, aprendiendo de los antecesores.

Radicado en el partido de Florencio Varela, donde formó una familia y nacieron sus hijos, apoyó varias iniciativas comunitarias y fue activo colaborador de la Sociedad de Bomberos de esa ciudad. Durante varios años publicó el periódico “El Voluntario”, dedicado a divulgar la actividad bomberil.

También mantuvo sólidos vínculos con el Aeroclub Río de la Plata, situado en la localidad de Ezpeleta; su par de la ciudad de La Plata y varios clubes de la Patagonia. Esta región sudamericana lo atraía como un gigantesco imán. La sobrevolaba siempre que podía y la recorría en auto en compañía de su esposa. Durante los viajes pescaba en ríos y lagos y se sumergía en sus aguas sin prestar mucha atención a la baja temperatura que suelen tener, inclusive en verano. Tenía predilección por el parque Los Alerces y el lago Huechulafquen, pero toda la región cordillerana era motivo de elogios en sus escritos.

Alberto Masserdotti,
En Cerro Redondo Tandil Masserdotti es el tercero de izquierda a derecha apoyado sobre el aeroplano (Imagen gentileza de la revista Palabras con historia).

Después de cada derrotero, escribía coloridas notas que publicaba en el periódico para divulgar las bellezas patagónicas y las anécdotas del recorrido, con reflexiones que incluía la crítica de lo que debía mejorarse (estado de caminos, señalización, lugares imperdibles, etc.) para favorecer al visitante.

Es probable que en los aeroclubes patagónicos se guarden algunos testimonios de su paso, ya sea por los registros de vuelos como por los fogosos artículos de sus andanzas aéreas.

Un poco hombre-orquesta, era productor publicitario para “Cruz del Sur”, editorializaba, sacaba las fotografías que incluía en cada edición, entrevistaba personalidades y redactaba los reportajes. Multifacético al fin, usaba un lenguaje campechano para las “Crónicas de Don Suburbano”, un estilo serio para las notas con opinión y un vocabulario sencillo para las crónicas deportivas. Salpimentaba sus comentarios con humor y expresiones pintorescas que matizaban los textos y hacían entretenida la lectura.

El entusiasmo por compartir el placer de volar en aviones de bajo porte lo llevó a realizar convenios de buena voluntad -a veces a través de compromisos escritos y en otras ocasiones mediante acuerdos verbales- con establecimientos educativos, para que chicos de escuelas públicas y privadas tuvieran la experiencia. En esas oportunidades entregaba un diploma que acreditaba el vuelo de bautismo y el avioncito en el que se había realizado, generalmente un Cesna 147, una de sus naves favoritas.

Alberto Masserdotti,
Fragmento de una nota sobre la Patagonia (Archivo de la autora)

Ese mismo fervor generó los “Comentarios aeronáuticos” que trasmitía por LS11 Radio Provincia de Buenos Aires. Su fogosidad dio origen a la organización de cenas y reuniones para recaudar fondos, que permitieran solventar el combustible de los vuelos con escolares.

A fines de los ’90 se mudó al balneario de Las Toninas donde había construido una vivienda. Allí cultivaba la huerta y había empezado a escribir sus recuerdos.

En mayo de 2001 se celebró por primera vez en nuestro país el Día del Paracaidista Civil y como Alberto Masserdotti era el único sobreviviente del histórico salto, fue agasajado y recibió un diploma como Paracaidista Civil Veterano, Pionero y Precursor. Ocurrió en la ciudad de Rosario cuando él había perdido la cuenta de la cantidad de personas a las que había llevado a volar por primera vez. La oportunidad sirvió para que relatara anécdotas de su vida de piloto y de viajero empedernido por la Patagonia.

Su corazón se detuvo el 25 de octubre de 2003, cuando continuaba haciendo planes con la Federación de Entidades Aeronáuticas y planeaba otro viaje al sur argentino.

Había escrito en un artículo después de recorrer Villa Traful, Confluencia, San Martín y Junín de los Andes:

“…Quedan atrás paisajes que admiten el asombro y los más cálidos adjetivos, dictados por el amor que despiertan estas tierras en corazones argentinos que saben amarla y la aprecian en toda su belleza, aunque en el momento de narrar o describir lo visto falten las palabras y el relato no sea todo lo expresivo que estos cuadros merecen.”

El presente artículo, cuya autora es Ana María de Mena, fue publicado originalmente en Más Neuquén, sitio que recomendamos para su lectura.


Fuente: Pasó Hoy neuquen.uno recomienda los contenidos de Pasó Hoy

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